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El Viejo Pancho

Armado con la Palabra

Texto de Xulio Xiz / Supervisión de Gustavo San Román

Gustavo San Román, describe los tres grandes aspectos que definen e subrayan la obra de Alonso-Trelles:

  • El poeta castizo que escribió “Juan el loco” en 1887, y una serie de poemas influidos por la estética romántica que domina sus primeras composiciones.

  • El periodista y animador cultural que dirigió ´”El Tala cómico” y “Momentáneas”, y el autor teatral.

  • El autor gauchesco -el aspecto más importante- que, como El Viejo Pancho, publicó la obra teatral “Guacha!” en 1913 y, en 1916, “Paja brava”.

Publicó sus primeros versos en 1876 en un periódico de Chivilcoy.          

Para adormecer la “morriña” hereditaria, se dio a los versos como hubiera podido darse a la bebida. Y alternando las funciones del estro con los quehaceres del hortera, no ganaba para “manguitos” (pesos?), pero atiborraba de “cascotes” un periódico que veía la luz en Chivilcoy, allá por los años años 1876 y 77.

En el año 1877 se mudó a Uruguay, y se asentó en el pueblo de Tala, en el departamento de Canelones. Allí fue apoyado por el maestro Joaquín Tejera para conseguir empleo en Correos de su localidad, y abriéndole las puertas del periódico El Tala, por él fundado. Aquí aparecen publicados sus primeros poemas.

Estas poesías eran composiciones románticas de estilo becqueriano, o de Campoamor o Nuñez de Arce, evolucionando posteriormente para ir adquiriendo conciencia social del avance capitalista que va alejando a los campesinos gauchos. Versificaba de manera improvisada, incluso acompañándose con su guitarra.

Usó los seudónimos de “Juan Monga”, “Intruso”, “Cáustico”, “Candil”, “Tácito”, “Ventosa” o “El”, entre otros, pero lo de “El viejo Pancho” hizo olvidar cualquier otro y lo consagró como escritor inmortal, racial, genuinamente uruguayo, el más auténtico intérprete del alma criolla, sin que ningún otro llegara a igualarlo.

Después de comenzar en “El Tala”, más adelante escribe en “El Fogón”, “El Ombú”, “El Terruño”... en periódicos de Montevideo, así como en ”El mundo argentino” y otras publicaciones de fuera del Uruguay. 
   
Tiene una importante actividad teatral, creando un grupo de teatro del que fue director, escenógrafo, apuntador y autor.

Estrenó varias obras de teatro, entre ellas “Un drama en palacio”, en dos jornadas y en verso; “Caida y redención”, comedia en dos actos y en prosa; “Colón”, drama histórico en dos actos y en verso; y los sainetes “Los veteranos”, “Spyon Kop”, “El falso Otelo”, “Pepiyo”, “Idilio fulminante” y otros. Todo inédito, por fortuna, y para mayor tranquilidad definitivamente juzgado por el diente de los avisados roedores.

Para su grupo teatral escribe “Colón” (1892), en verso clásico español, en el IV Centenario del Descubrimiento de América, para ser representado por niños en El Tala; “Crimen de amor” (1891), donde aparece Benito, que habla una mezcla de gallego y asturiano (único caso en su obra); “Un drama en palacio”; “Los dos veteranos” (juguete cómico), “Spion koop (Sainete) (1902); “Caída y redención”; “Alucinación”; “El falso Otelo”; “Pepiyo”, “Idilio fulminante” (1911) y “Guacha!” (escrita y estrenada en 1913) en un acto, drama nacional; una epopeya uruguaya. Y las comedias “El rigor de las desdichas” (1878), juguete cómico; “Juan el loco” (1887), poema en dos cantos, prologado por el dramaturgo Orosmán Moratorio. La mayoría quedaron inéditas y se perdieron.

Hubo, asimismo, dos revistas que llevaron el nombre de “El Viejo Pancho”, durando un número cada una.

En junio de 1893 colabora en “La Tribuna Popular”, de Montevideo, publicando como Alonso Trelles poemas de estilo becqueriano, y como “El manco de Santa Rosa” décimas en criollo.

En 1894 fundó “El Tala cómico”, publicación satírica, a imitación de “Madrid cómico”, con dibujos que él mismo confeccionaba, siendo también director, autor de los textos e impresor. Editado en “ciclostyle”, él mismo lo definió como “semisatírico y semiilustrado”, dirigiendo especialmente las críticas a las autoridades eclesiásticas y municipales. Fueron notables en este periódico las caricaturas satíricas. Defendió la enseñanza obligatoria. Publicó un total de 83 números, saliendo el último a la luz en marzo de 1897.  Hoy en día la colección completa de "El Tala cómico" puede ser consultado en Anáforas y en la Biblioteca Nacional de Uruguay

Desde noviembre de 1894 a marzo de 1897 publicó, valiéndose de un  “Ciclostyle” en que derrochó paciencia y habilidad caligráfica, ochenta y tres números de El Tala Cómico, periódico semisatírico y semiilustrado que no dejó títere con cabeza en el departamento y sirvió de ensayos para sus posteriores críticas literarias, “bastante” menos brillantes que las del insigne “Clarín”, pero no menos demoledoras que las del bueno de Valbuena.

En 1899 inició la publicación del hebdomadario “Momentáneas”, de similar orientación, firmando con el seudónimo de “El manco de Santa Rosa”, consiguiendo sacar a la luz un total de 23 números, desde julio de 1899 a enero de 1900. Con este periódico, Alonso-Trelles se va convirtiendo en “El Viejo Pancho”.

De esta publicación, la Biblioteca Nacional de Uruguay conserva un tercio de la colección, que Gustavo San Román describe en una ponencia de 2008, publicada en los Anales del Centro de Estudios Galllegos de la Universidad de Uruguay.

Momentáneas, con “tricromías” que daban las doce. En este periódico aparecieron sus primeros versos criollos, iniciándose en ellos una de la modalidades de su temperamento literario: la que había de proporcionarle, andando el tiempo, popularidad y consagración.

Gamallo Fierros afirma que “en julio de 1899 se verifica la transformación estética del emigrado gallego: deja de ser el decimonónico español José María Alonso Trelles, para transformarse en el gauchesco El Viejo Pancho”.

Los primeros versos gauchescos de Trelles aparecen en 1889. Su nueva poesía viene a coincidir con las preocupaciones por la esencia del mundo criollo y exaltarlas, en un ambiente de cambio veloz y drástico, intentando mantener las tradiciones gauchas frente a un nuevo pensamiento, una nueva sociedad, que no aportaba ni poseía ninguna señal de identidad social.

En septiembre de aquel mismo año (1899), para llenar un vacío en la página de su periódico, publica “La güeya” que al reproducirla “El Fogón”, de Montevideo -de mayor tirada y repercusión-, hizo que “El Viejo Pancho” comenzara a consagrarse como gran poeta. Como el gran poeta de Uruguay. Con “La güeya”, “empieza a agarrarse al alma de los nativos como la enredadera a los muros viejos y ásperos”.

En 1904, cuando la guerra civil uruguaya, escribe versos lapidarios:

Mientras dure el azote que nos devora
no debiera la tierra producir flores,
ni debieran las noches tener aurora
en la tierra charrúa de mis amores.

El ambiente creado por las guerras hace que la poesía decaiga en atención popular, pero cuando la guerra pasa, la poesía vuelve a interesar, y El Viejo Pancho comienza su periplo triunfal, que se reforzó cuando el criollo de origen inglés, Agustín S. Smith, crea “El Terruño” en Montevideo, en el que Trelles tiene importante papel.

Nicolás Gropp cita las “Parolas” de Trelles, que podían ser crónica de costumbres o críticas literarias, defender el cine, criticar un evento social institucional, apoyar los intereses del Tala o reflexionar sobre el hecho de escribir. Del ciento de “Parolas” firmadas por “Intruso” que vieron la luz entre 1906 y 1914, con afán crítico y formativo, nos llama la atención el nombre genérico que, a menos que haya un vocablo propio uruguayo, viene a ser la palabra que en gallego significa “Conversación”, “Charla” o “Palabra”.

Si el gallego fue para Trelles el idioma de su infancia por sello de su madre, pocas huellas quedaron en su obra (aparte del ya citado “Crimen de amor”), destacando los especialistas tan sólo el título de un poema -"Mágoa"-, palabra que no existe en el habla uruguaya, que significa “pena” o “sufrimiento”, que él utiliza para un poema de desesperanza de los últimos tiempos (1920), publicado en “El terruño” en 1922, del que informa María de los Ángeles González, del que escogemos:

En las veredas, hoy ya desiertas,
po´ande mis tristes cruzadas hice, 
jueron, de a trechos, quedando muertas
las ilusiones que yo más quise,  
y hoy ni en la oriya de la laguna
que un día brindome dichas fugaces,
aunque en el cielo luzca la luna,
me ven los teros (1) ni los chajases (2).

(1).- Ave zancuda
(2).- Ave corpulenta

Opina María de los Ángeles González que “antes de llegar al libro, Trelles cultivó preferentemente el artículo periodístico, el poema en la hoja de periódico y el teatro, tres formas que buscan más el contacto con las masas, que el específico lector culto que accede a la poesía”.

Pues siguiendo el itinerario mencionado, en primavera de 1916 se consagra como poeta nacional con “Paja Brava”, que recoge poemas de publicaciones anteriores, y viene a ser la visión del mundo rural gaucho, poema pampero, que se ha comparado con el “Martín Fierro”, del argentino José Hernandez (1872).

Y en sus horas de ocio, ahondando en las profundidades de su corazón, donde el recuerdo de una realidad o de una quimera solía vibrar una que otra vez dolorosamente, siguió escribiendo versos criollos que un editor magnánimo, después de publicar su drama de costumbres nacionales, ¡Guacha!” - que puede seguir considerándose inédito – coleccionó en un breve tomo: “Paja brava”.

En carta a su hermana Carmen le explicaba que “Paja brava” era “una especie de junco chato con el que techan sus ranchos o chozas los habitantes del campo”, llamándole así a los versos porque “son criollos como el vegetal, criollos e insignificantes”.

Apunta El Viejo Pancho, en el prólogo de Paja Brava (“De la portera”), que “A los críticos más ilustrados y sesudos suele atravesárseles en la garganta; solo la miran con simpatía los que por la intensidad del amor al terruño hallan bueno cuanto el produce”.

El libro, lentamente al inicio, firmemente siempre, tuvo reconocimiento general; y Uruguay lo asumió como propio. La segunda edición vio la luz en 1920. Y la tercera en 1923, con una tirada de 5.000 ejemplares. Cuando se publica la edición número doce, se habían superado los 100.000 ejemplares vendidos.

En 1926 se publicó “Paja brava”, ilustrada por 14 de los mejores dibujantes y pintores del país, y tuvo una nueva edición en 1929, con leves variaciones en los colores. De la primera edición de 1926 fueron editados 5.250 ejemplares: 25 de ellos en papel japón (numerados del I al XXV), otros 25 fuera de comercio (marcados A-Z), y el resto en papel pluma (numerados a máquina del 1 al 5.200). Desde las primeras ediciones (en total fueron más de veinte), fue ampliándose el contenido de la obra.

 

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